LAS CABRAS DE EDUARDO
Las cataratas de la última lluvia de la tarde nos agarró bajo el techo de lona de color blanco….
Un semental aprovecho los últimos coqueteos de una vaca hosca y juntos se perdieron entre el monte verde, motivo de las últimas aguas….
Eduardo, mi amigo oriundo de las montañas y los parques naturales donde las cabras pastan, soltó unas bocanadas de humo con sabor a menta y me contó su historia…
Historia de ganadero de los límites de la ciudad urbana donde ahora habita y cobijo de su familia que ahora jubilado lo ve pasar los días… y las noches sin hacer mucho, sin hacer nada…
En remembranza a su tierra de piedras llenas y tierra de sus infancias ha decidido poner un corral en terreno rústico e inclinado donde un hato de cabras ha comprado…cincuenta y dos como los años que sus bigotes portan..
Cincuenta y dos cabras y va y las cuenta en cuentas diarias… las conoce a fuerza de verlas de diario en diario….por eso extrañeza ayer a su memoria causa, no encontrarlas en número exacto sus cincuenta y dos completas…
Revisa cada palo de arco que forman en redondel el cerco, ni un hueco en sus entrañas…solo unas pisadas de unas llantas de bicicleta recién pintadas…
Se sube al carro y las sigue claras por la humedad de las últimas lluvias y a lo lejos ve la bicicleta, el portador…y a su cabra…
Los alcanza y mejor se ríe… un amigo chaparrito feliz contento tras sus espaldas lleva a un chaval de sentimientos buenos, su hijo seguramente, cinco años en su sonrisa porta porque a una chiva estrenan… la misma que en berridos grita sobre los cuernos de la bicicleta vieja.
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