En Opinion de...Puerto Libre

CRIMEN ORGANIZADO, TEMA AUSENTE EN LAS CAMPAÑAS

Alejandro Álvarez

 

Si el ritmo de homicidios relacionados con el crimen organizado no cambia sustancialmente, este año de 2018 puede ser el más violento desde que se lleva este registro en 1996. El año pasado perdieron la vida más de 25 mil personas pero en el primer mes de 2018 se contabilizaron 2146. En la última década se calcula en más de 200 mil las muertes en el país ligadas a la violencia criminal. Por la sola magnitud de las cifras uno supondría que los candidatos a presidir el gobierno federal debieran ocupar parte de su programa y explicación de sus propuestas de solución con seriedad. Pero no, se repiten generalidades y lugares comunes, mejores salarios a policías, profesionalización, coordinación, mando único, etc.

Lo curioso del caso es que siendo la violencia criminal un tema que atrae la atención de la ciudadanía por su impunidad, por ejecutar homicidios cada vez más atroces y por su porte retador a la acción gubernamental, los candidatos no le dediquen tiempo ni expliquen el conocimiento que deben tener del tema así como de sus estrategias para resolver el problema. La complejidad del fenómeno no puede reducirse a paliar las masacres y desplegar fuerzas militares en todo el territorio. Si un rasgo sobresale en estos años de pesadilla es que ni se atrapa a los autores materiales ni se conoce a los autores intelectuales y lógicamente la impunidad campea a sus anchas ya que no hay castigo para ellos. Es insuficiente y caricaturesco querer desligarse de toda responsabilidad gubernamental con el argumento de que “es producto de las disputas entre los cárteles y bandas por controlar las plazas”. Eso es peligrosa e irresponsablemente elemental. No ayuda en nada, sugiere que será suficiente con que una banda tome el control total para que venga la paz. ¿Es eso lo que queremos, que exista un monopolio del crimen organizado para que supuestamente no exista violencia?

La violencia es sólo la parte más dramática de la red criminal. La masa inmensa de dinero sucio producto de la actividad criminal permite que estos grupos incorporen a su órbita una infinidad de actividades presuntamente legales y de protección para ellos mismos. Una de ellas es el lavado de dinero que permite diversificar su actividad económica. A través de contactos en instituciones bancarias, de transferencias a paraísos fiscales, de negocios de bienes raíces, hotelería, restaurantes, construcción, por mencionar sólo algunos de los ramos en los que se ha detectado la presencia de dinero sucio.  En esta rama de la red criminal es imprescindible la presencia y activa participación de ejecutivos de finanzas, de empresarios, de técnicos y profesionales, de grupos musicales, compositores y hasta de connotados deportistas. Es probable que algunos de ellos no sepan en qué están metidos, pero eso no los exime de complicidades con el mundo ilegal.

Otra gran rama de inversión de dinero sucio es la compra de elementos del poder judicial y de seguridad. Desde policías municipales, custodios, guardias y directivos en los penales, policías estatales y federales, jueces, ministerios públicos, han sido identificados como protectores de criminales. No se diga despachos particulares de abogados desde donde se traman las estrategias de defensa legal.

Por último está la rama de la política, donde a través de dirigentes de partidos, munícipes, diputados y senadores, el crimen organizado invierte grandes sumas de capital y construye otro escudo para su defensa y la de sus actividades. Dejamos de lado otros negocios propios de los narcotraficantes donde también sientan sus bases como el robo, la trata de personas y la extorsión. ¿Cuánta gente está directa o indirectamente vinculadas así al crimen organizado?  Sólo en el narcomenudeo que es donde se observa la más alta violencia en nuestra entidad en 2017 se estimaron cerca de 700 homicidios dolosos vinculados  al narcomenudeo, esto es una tasa de 91 asesinatos por cada 100 mil habitantes el año pasado, la segunda más alta en el país, sólo debajo de Colima.

Como puede suponerse la telaraña delincuencial que se ha tejido es compleja, intrincada, miles de personas, no únicamente narcomenudistas, son parte de este engranaje. Pero la cadena se rompe por lo más débil, el ejército de peones encargados de distribuir al menudeo las drogas ilegales son las primeras víctimas cuando los grandes capos se disputan el mercado. El saldo lo sabemos, cientos de miles de homicidios sólo en la última década. Y otras tantas familias inmersas en un destino incierto, vulnerables a mantenerse en la misma trayectoria de las víctimas. Proclives a repetir el mismo esquema de sus familiares desaparecidos.

Los candidatos presidenciales se encuentran muy cómodos en la zona de confort de las ocurrencias, chistoretes y del ataque facilón a los rivales. Qué cosa más fácil que acusarse mutuamente de corruptos. Descubren el hilo negro. Nada de correr riesgos con ir a la raíz de los problemas. Nadar en las generalidades difusas es mejor que plantear la legalización de las drogas como alternativa para combatir al crimen organizado y sus carteles. El golpear directamente la línea de flotación del poder criminal y atender a fondo el problema de las adicciones con la intervención del Estado en programas de rehabilitación y prevención. No en la persecución policiaca a los consumidores o a los distribuidores en pequeña escala. El problema, ya se ha dicho y comprobado en varios países, no es la criminalización del consumo sino cerrar la forma de enriquecimiento de las mafias eliminando ese mercado negro. Las “buenas conciencias”, empezando por las iglesias, desde luego, no dejarán de escandalizarse. Mientras la bola de nieve de la influencia del crimen en toda la vida de la sociedad mexicana crece sin cesar.