En Opinion de...Percepciones

Maria Grever

Joaquina de la Portilla Torres falleció el 15 de diciembre de 1951, en la ciudad de Nueva York. Quizá ese nombre diga poco a quienes han escuchado a una de las compositoras mexicanas más populares de todos los tiempos: María Grever, autora de piezas clásicas en el mundo entero como Júrame, Cuando vuelva a tu lado, Alma mía, Bésame y Vida mía, entre muchísimas más. Recientemente un grupo de investigadores y músicos mexicanos como la cantante Nayeli Nesme y los compositores Alberto Núñez Palacio y Arturo Márquez descubrió, también, la autoría de la Grever en música para concierto que, se dice, fue estrenada en uno de los Festivales Cervantinos. Se trata de la opereta, Cantarito.

La vida de María Grever es poco conocida. La revista “Hoy” publicó el 10 de enero de 1953 una estupenda remembranza de José M. Sánchez García, donde evoca su amistad con la Madona de la canción. Ya desde entonces Sánchez García, vislumbraba el desconocimiento sobre la vida de María Grever, y escribió: “Con haber sido María Grever una personalidad tan popular y querida, poco se sabe de su vida. Es algo extraño, pero cierto, lo he podido comprobar con motivo de su fallecimiento. Leí en todos los periódicos muchos elogios, pero poca sustancia biográfica”.

Más de medio siglo después no ha cambiado mucho la situación y sigue pendiente una biografía de esta gran compositora.

Hasta donde se sabe, María Grever nació el 16 de agosto de 1892, (algunos articulistas dicen que nació en 1884), en la Hacienda de Otates, ubicada en León, Guanajuato. A los seis años marchó a Sevilla, España, de donde era originario su padre, Francisco de la Portilla, mientras que su madre, Julia Torres, era mexicana. Años después María viajó a París donde recibió clases de los músicos Claude Debussy y Frank Lenhard y ya de regreso a México ingresó a la escuela de canto de su tía “Cuca” Torres.

En 1916 se estableció en Nueva York, donde conoció al que sería su esposo; León A. Grever, de quien adquirió el apellido con el que se inmortalizó como la gran compositora que fue. Su primer gran éxito se produjo en 1926 con “Júrame”, canción interpretada por José Mojica cuando ella aún no era muy conocida. Esta canción, por cierto, ha sido interpretada por todos los grandes cantantes del mundo. Por esos años, el bolero comenzaba a convertirse en la música más popular y permanente de nuestro siglo[1], y María Grever alcanzaba un éxito tras otro, con obras como “Una rosa, un beso”,Lamento gitano”, “Cuando vuelva a tu lado”, “Tipitín”,Dame tu amor”,¿Quién eres tú?”, “Júrame”, “Muñequita linda”, “Te quiero, dijiste”, “Alma mía”, “Despedida”, “Ya no me quieres”, “Por si no te vuelvo a ver”, y muchos otras que completan una larga lista de títulos de alrededor de unas ochocientas composiciones musicales que han sido tan importantes para la historia de la música. Hoy día muchos compositores llaman a otros autores para que les escriban las letras. No era el caso de María; ella era una persona culta y formada musicalmente, que además, nunca olvidó la música de México”.

No es mi deseo alargar el texto, pero no podría omitir esta anécdota del primer encuentro entre Agustín Lara y María Grever. En una ocasión en que ella vino a México, Emilio Ascárraga (uno de los hombres más poderosos del país) le pidió a Agustín Lara que fuera a recibirla y le hiciera una visita de cortesía. Ella lo citó en su habitación del Hotel Regis. Hablaron durante varias horas. Le comentó al joven compositor lo duro que era llegar al triunfo; por último, le obsequió una botella de Oporto, se despidieron y ordenó a su chofer que lo llevara de regreso a su domicilio. Cuando Lara ya estaba en su casa, encontró un papel que María le había depositado en sus cosas sin que él se diese cuenta y decía: “De todas las canciones mexicanas que me llegaron a Nueva York, inconscientemente elegí sólo cinco de entre ochenta de ellas y fue una sorpresa ver que eran todas del mismo autor: Agustín Lara. Es mi convicción que tienes un gran porvenir, pues tu inspiración es purísima y espontánea. No tardarás mucho en ser una gloria nacional”. Cultivó la amistad de Agustín Lara y Pedro Vargas por el resto de su vida.

María Grever se destacó por su estilo romántico y elegante que marcó pauta en el bolero. La intensidad con la que vivió, a la postre, determinó su final. Se dice que al escuchar la interpretación de Nestor Chaires de su canción Vida mía, en el Carnegie Hall, en 1948, se emocionó tanto que le provocó una hemorragia cerebral que devino en parálisis del lado izquierdo. No obstante siguió con su vida. En 1949 vino a México a realizar una serie de conciertos; el ayuntamiento de la ciudad le otorgó la medalla al mérito civil, a la maravillosa mujer, que venía a su país, paralítica. María Grever fue realmente la primera mujer mexicana que trascendió a escala internacional y por ello recibió múltiples reconocimientos.

En noviembre de 1951 fue intervenida quirúrgicamente para extirparle numerosos cálculos biliares, pero a los cinco días entró en agonía y el 15 de diciembre, falleció en Nueva York. Nueve días después (24de diciembre) y a petición de ella, fue sepultada aquí, en su patria. Sin embargo, María Grever, a 65 años de su muerte sigue presente en la música popular y en la vida de quienes cantamos sus canciones hoy, a pesar de su ausencia física.

[1] Siglo XX.

 

JÚRAME

 

Todos dicen que es mentira que te quiero,

por qué nunca me habían visto enamorado,

yo te juro que yo mismo no comprendo

el por qué tu mirar me ha fascinado.

 

Cuando estoy cerca de ti y estas contenta,

no quisiera que de nadie te acordaras.

tengo celos hasta del pensamiento

que pueda recordarte a otra persona amada.

 

Júrame, que aunque pase mucho tiempo

no olvidarás el momento en que yo te conocí,

mírame, pues no hay nada más profundo

ni más grande en este mundo, que el cariño que te di.

 

Bésame, con un beso enamorado,

como nadie me ha besado desde el día en que nací.

Quiéreme, quiéreme hasta la locura,

y así sabrás la amargura que estoy sufriendo por ti.

 

CUANDO VUELVA A TU LADO

 

Recuerdas aquel beso

que en broma me negaste,

se escapó de tus labios sin querer;

asustado por ello buscó abrigo

en la misma amargura de mi ser.

Cuando vuelva a tu lado

no me niegues tus besos,

que el amor que te he dado

no podrás olvidar.

 

No me preguntes nada

que nada he de explicarte,

que el beso que negaste

ya no lo podrás dar.

 

Cuando vuelva a tu lado

y esté sola contigo,

las cosas que te diga

no repitas jamás,

por compasión.

 

Une tu labio al mío

y estréchame en tus brazos,

y cuenta los latidos

de nuestro corazón.

 

 

TE QUIERO DIJISTE

 

Te quiero, dijiste,

tomando mis manos

entre tus manitas

de blanco marfil.

 

Y sentí en mi pecho,

un fuerte latido,

después un suspiro,

y luego el chasquido

de un beso febril.

 

Muñequita linda,

de cabellos de oro,

de dientes de perlas,

labios de rubí.

Dime si me quieres

como yo te adoro,

si de mi te acuerdas

como yo de ti.

A veces escucho

un eco divino,

que envuelto en la brisa

parece decir:

“Sí, te quiero mucho,

mucho, mucho, mucho,

tanto como entonces,

siempre, hasta morir”.

 

ALMA MÍA

 

Alma mía

sola, siempre sola,

sin que nadie comprenda

tu sufrimiento,

tu horrible padecer.

Fingiendo una existencia

siempre llena

de dicha y de placer;

de dicha y de placer.

Si yo encontrara un alma

como la mía,

cuántas cosas secretas

le contaría.

 

Un alma que al mirarme

sin decir nada

me lo dijese todo

con la mirada.

Un alma que embriagase

con suave aliento,

que al besarla sintiese

lo que yo siento.

Y a veces me pregunto

¿qué pasaría?

si yo encontrara

un alma como la mía.

 

BIBLIOGRAFIA:

Alejandro C. Moreno y Marrero. Una famosa desconocida. www.guiadegrancanaria.org/

Agustin Sanchez González. La Madona de la canción. La Jornada, 15 de diciembre de 2001.

Wikipedia. Biografia. Internet.