Blues de fin de año (crónica de un incendio…)
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Mosaico
Santa Rosalía, BCS.- No fue fácil estar ahí sin poder hacer algo para que el fuego no se propagara. Yo había llegado a las exequias de un familiar político muy cerca de la calle cuatro –la funeraria está en la calle cinco-, en el mero corazón histórico del puerto, cuando al darle mi pésame al ingeniero Villaseñor y a sus hijos gemelos Ulises y Aquiles, vi el humo grisáceo que nos pone alerta a todos los que vivimos en esta zona –centro-, construida de madera.
Eran si acaso pasadas las doce del mediodía.
Les alerté de la humareda y pensé en voz alta que ese humo no era de la centenaria panadería “El Boleo”, que se localiza por ese rumbo, sino de algo peor: un posible incendio. Corrí como pude porque mis años de basquetbolista me heredaron una severa lesión en la rodilla derecha, al tiempo que miraba pasar por mi lado a gente que también había pensado igual que yo respecto al humo grisáceo que cada vez se tornaba más denso.
Llegue al lugar donde ya se estaba reuniendo la gente de todos los rincones del puerto. El diagnóstico era grave: un voraz incendio se estaba gestando en el interior de la manzana de la calle cuatro y cinco entre las céntricas avenidas Obregón que es la principal y, la Constitución, que es otra de las avenidas principales del centro histórico de esta vetusta ciudad. Vi entrar, salir y correr–entre otros-, al propietario de la esquina donde se ubicaba la Farmacia “Ángeles”, restaurant “El Cachano” y otras dos casas más, hacia un lado y hacia, otro sin poder hacer nada porque no tenía agua.
El fuego había iniciado en la cocina del pequeño expendio de comida rápida, comercio que se encontraba en el corazón de la manzana en deflagración, quienes también al parecer carecían de agua en su aljibe muy a pesar de que la noche anterior había suministrado agua el SAPA, con su inconstitucional “tandeo” de cada tercer día y que a nadie termina por cuadrarle. Nadie en la manzana tenía agua y aunque en la óptica “Elizondo”, ubicada en la esquina de calle cuatro y Obregón, había un tinaco lleno, a nadie le vino en cuenta tratar de utilizar esa agua para intentar detener lo que, entre las carreras de la gente ya casi en pánico, crecía sin control.
El fuego continuaba y ya el humo empezaba a colarse por el techo del local donde inicio, cuando llegó la bombera, mientras el gentío seguía creciendo a la par de la fuerza del incendio sin poder hacer nada. El niño bombero que tuvo la actitud de agarrar la manguera por el frente, muy pronto pudo percatarse con gran impotencia que de su manguera solo alcanzaba a salir un chorrito de agua que apenas le mojaba sus pies. No traía agua la bombera en su tanque que tiene que estar siendo rellenado por un tanque –pipa- abastecedor para de ahí aventar el chorro sofocador, sin embargo, su tanque apenas tenía agua. No había agua en casi todos los domicilios, ni siquiera en las tuberías primarias de la red de agua potable donde están conectados los solitarios hidrantes, mudos testigos de la guerra de egos entre clase política que evita continuar obras de gran impacto social como la del proyecto de la red contra incendios, precisamente en la zona centro que ya registra su quinta conflagración después de las postrimerías de aquel año 2001.
Paradójicamente quien dice ser el mejor gobernante que hemos tenido y, que hoy, gobierna de facto, fue quien –mezquinamente- detuvo ese importante proyecto por no emanar de su partido, en aquel tiempo –hace ocho años-, el PRD.
El niño bombero quien ahora debe ser la referencia del desastre vio llegar la primera pipa con agua después de media hora de que junto con sus compañeros bomberos habían llegado al sitio. La gente gritaba desesperada al ver que el incendio ya se propagaba sin control. Algunos lanzaban consignas contra el gobierno al no exhibir un plan de contingencia que se aplicara en ese momento y atajara el desastre, otros en contra de los bomberos voluntarios que, sin agua nada podían hacer. Hubo quienes iniciaron la evacuación de los domicilios y la conflagración se desató cuando el reloj marcaba un poco más de la una de la tarde.
El humo de color grisáceo se había tornado denso y negro, mientras el viento empezaba arreciar y eso le daba más poder a lo que se perfilaba como una tragedia. Los rostros de la gente que en cientos ya abarrotaban los márgenes de la zona cambiaban de expresión y, hasta de color. La triste tristeza de ver perder todo a los demás es indescriptible. Hay llantos, hay espasmo, desesperación y, hasta coraje. El incendio ya había madurado y solo quedaba una cosa por hacer: derribar todo para detener su paso a otras manzanas donde la gente mojaba sus techos y estaba a la espera de lo peor.
El viento frío del invierno en ciernes hacia su parte y complicaba el control del fuego que parecía gritar en un idioma de estruendo y sonidos que crujen y que solo él sabe pronunciar.
Pipas del Sector Naval y de Minera y Metalúrgica del Boleo asumieron el control del abastecimiento entre otros particulares que aportaron su maquinaria para iniciar el derrumbe de los años que significaban esa edificaciones, mientras los estoicos y jóvenes bomberos locales, con apoyo de una excelente unidad bombera de la heroica Mulegé y sus bomberos, luchaban a brazo partido por apagar lo que a esas alturas ya había devorado tres cuartas partes de la manzana… todos ellos ayudados por la sociedad en general que también apoyó a los afectados al sacar de sus hogares las pertenencias más maleables.
Esta vez no hubo rapiña.
Al final, una herida humeante quedo en corazón de la centenaria Cachanía. Una herida que tardará en sanar y que tendrá que ser el acicate para lograr librarnos de una vez por todas de las desgracias que nos han sucedido, para alcanzar la cultura de la prevención. La organización de los pueblos, de su sociedad civil es parte del quehacer público, eso no lo debe ignorar un gobierno, pero tampoco la sociedad debe dejarle todo a un gobierno que se ha exhibido incapaz y mediocre, hundido en el nepotismo, en venganzas personales y experimentos familiares fallidos.
Vulcano nos volvió a vencer. La angustia volvió aparecer en los rostros de la ciudad inmersa el olor a humo y a tragedia.
Tendremos que volver a empezar.
Mosaico Político
Como cualquier profesional que presta sus servicios, un periodista tiene derecho a que se le paguen sus horas de trabajo… como al obrero, al fogonero y al chofer también tiene derecho a que se le pague por sus labores… como al enfermero, a la enfermera y al doctor también tienen derecho a que se les paguen sus jornales devengados… como cualquier profesional, según su crédito y su capacidad, un periodista tiene derecho a que se le contrate y en este tenor ganar un dinero digno y no proveniente de las arcas municipales como funcionarios y esclavos mentales de un personaje aparentemente cándido, pero en realidad siniestro, maquiavélico –de los malos-, e insensible ante quien no se le doblega… lo ganan sin poder hacer aún nada digno a favor de la ciudadanía, en los tres meses que llevan de presentarse a sus oficinas… luego daremos detalles de la responsabilidades e irresponsabilidades de cada cual… quiero desearles a mis dos lectores y al mundo de conocidos, que este año la bienaventuranza se pose en el umbral de sus puertas y que todos nosotros tengamos la capacidad de darle paso a nuestra casa y, primordialmente, a nuestro corazón… ¡Feliz Año 2016!