¿ESTAMOS VIVIENDO INGOBERNABILIDAD?

 

Ante la situación que estamos padeciendo en México y Baja California Sur, donde la corrupción, el narcotráfico, los conflictos con los maestros, los asesinatos constantes, el poco crecimiento económico, la inseguridad pública, etc., un gobierno puede ser calificado de deficiente, si el objeto que le da vida no es alcanzado, o si sus rendimientos decrecen ante los imperativos públicos que tiene encomendados, o bien si sus promesas de campaña no se cumplen, o si la demagogia es tan evidente que provoca hartazgo a los ciudadanos.

Las causas de las deficiencias pueden ser de la más diversa índole, y oscilan desde el defectuoso trabajo de la división de poderes, donde el poder legislativo tanto estatal como federal, juegan a ser títeres de intereses partidistas y personales, dejando de lado a las exigencias de sus representados, como el caso de la Ley 3 de 3, o bien la inviabilidad o deficiencia de los Gobiernos para alcanzar su objetivos.

Gaetano Mosca, a finales del siglo pasado, definió al Gobierno como la dirección de la maquinaria administrativa, financiera, judicial y militar, o la influencia sobre quienes la dirigen. Posteriormente, Karl Deutsch conceptualizó al Gobierno con base en las nociones de comunicación y control, coincidiendo con la versión precedente, en el sentido de que el Gobierno consiste en el arte de la dirección y la autodirección. Estas nociones entrañan, de manera explícita, el concepto de Gobernabilidad, cuya índole consiste en un valor agregado a las prácticas meramente continuas de Gobierno.

De esa manera gobernabilidad significa, sencillamente, el conjunto de los mecanismos que aseguran un desempeño superior de la dirección y la autodirección de la sociedad; es decir, un Gobierno que no sólo ofrece orden  y estabilidad, sino también calidad de servicio y bienestar social general, de ahí la Ingobernabilidad, en contraste, es la incapacidad de producir bienestar debido a una mengua sensible de orden y estabilidad; dicho de otro modo, la ingobernabilidad no es el resultado indeseado de pérdida de calidad superior de Gobierno, sino de los fundamentos del Gobierno en sí. Cuanto más desarreglos sociales emergen en el seno de la sociedad, y más violencia se introduce como ingrediente de estos desarreglos, la ingobernabilidad opera como mecanismo de destrucción de las condiciones de vida de aquella sociedad.

La esencia de la ingobernabilidad es la imposibilidad del régimen para dirigir, y por lo tanto, para garantizar el factor político primordial de orden y de estabilidad como condiciones necesarias para la provisión de bienestar. Así, la ingobernabilidad no se ciñe a la incapacidad de ofrecer bienestar, se extiende a la imposibilidad de crear condiciones necesarias para una vida mejor de los ciudadanos.

En atención a lo anterior, y en materia del título de este artículo, me pregunto: ¿los problemas sociales graves causados por el magisterio, con muertes, sin control eficaz, con impacto económico negativo importante, es ingobernabilidad?, ¿los asesinatos de Ayotzinapa, las múltiples fosas comunes encontradas, la corrupción lacerante, el nulo control del narcotráfico, es ingobernabilidad?, ¿las decisiones tomadas por el poder legislativo, donde privilegian sus interés personales y de partido, pisoteando las demandas de la ciudadanía, es ingobernabilidad?, ¿el no cumplir promesas de campaña, donde casi juraron acabar con la inseguridad y asesinatos en nuestro estado de Baja California Sur, es ingobernabilidad?.

Si la ingobernabilidad no es la causa, entonces ¿Cuál es?. Lo cierto es que vivimos bajo un clima de inseguridad social, que trae por consecuencia repercusiones económicas graves, que aunadas a los desequilibrios mundiales, recrudece nuestro bienestar social y económico.

Estimado lector, si a usted simplemente no le importa o bien no hace caso de lo que nos está sucediendo, lo felicito ampliamente, si por el contrario está  harto y preocupado por lo que acontece, lo invito a reflexionar e investigar a fondo, puesto que nuestra vida es una, y no solo está en juego nuestro futuro personal, sino también el de nuestras familias. Sin embargo, y como siempre, la mejor opinión es la de usted.