En Opinion de...La suerte está echada

Viernes de recuerdos

El Pájaro Alvarado

 

Tengo un pensamiento que acuñé hace muchos años… espero nadie me lo quiera plagiar: “el recuerdo como presente de un pasado sin tiempo” Y sí, los recuerdos siempre asaltan el presente y parece que no tienen tiempo; siempre están en presente. Son como los sueños, siempre los actores son jóvenes y en blanco y negro, cuando menos nunca he soñado  a color, pero bueno:

Siempre  he admirado la prosa cristalina del compañero Arturo Meza; es una delicia leerlo. Hace poco leí su colaboración donde el actor –entre una bella prosa- es el Pájaro Alvarado. Y vinieron los recuerdos, se agolparon y se tropezaron en mi mente como si lo estuviera viviendo.

Sería el año 68 ó 69 –Arturo debe tener más clara la fecha ya que estaba en secundaria-, y creo que por esos años fue ya que yo ya estaba casado y lo hice en 1967. Todos los días, muy de mañana escuchábamos el ruidajo de la moto de Pájaro Alvarado. Mi esposa y yo vivíamos en Calle Tres esquina con Constitución, y por esa calle pasaba raudo el ruidajo de la moto. Álvaro Alvarado –el Pájaro- era un joven apuesto que no tenía más mérito social que trabajar en la compañía y hacer ruido todos los días con su artefacto. Uno de tantos días, mal día para él, al pasar por Calle Cinco se le atravesó un picap de racas y se estrelló con él. Escuchamos el ruidajo de la moto que se acercaba y de pronto un golpe seco que petrificó el ambiente y el ruido de la moto. Fue impactante el instante: escuchar cómo se acercaba el ruido y cuando es paralizado por el estruendo ensordecedor. Fue tal el impacto que lo escuché como si fuera en la pared de la casa. Eran las siete y feriecita de la mañana, -creo que era otoño  o primavera ya que no hacía calor ni el intenso frío de la población.- Me levanté, me encaminé a Calle Cinco y en plena calle Constitución estaba atravesado el picap y la moto tirada en la banqueta de la botica de Chuy Orozco. El Pájaro no estaba por ningún lado, pero supe que se lo llevaron lleno de sangre en la cara.

Ya no volvimos a escuchar el ruidajo ensordecedor que hacía temblar la pared de la casa, pero empezamos a escuchar la modulada voz de Álvaro Alvarado, en fiestas y tertulias de amigos. Decía la raza que el chingadazo le había descubierto sus dotes de orador y declamador. Empezó la gente a hablar de la cualidad pajaril. Y lo ayudaba su porte y recia personalidad… era un deleite verlo y escucharlo.

Cuando venía de la prepa –estaba en la secundaria F. Montoya- pasaba por la cancha Rucho Ceseña pues vivía ya en Calle Uno. Entraba, dejaba el maletín en las gradas y me ponía a cascarear con los que estaban jugando. Una tarde se me acerca el Pájaro y me pide que le escribiera un poema para decirlo en la olimpiada de Todos Santos que se celebraría en marzo. Le contesté afirmativamente, pero los días pasaron. Dos o tres veces me preguntó por el poema, le decía que en eso andaba, pero nada. Una noche decidí iniciarlo. Voy a hacer un  poema que cheque con la voz y personalidad del Pájaro, me dije, como cuando los compositores hacen canciones para equis cantante. No le eché muchas ganas y el Pájaro seguía preguntándome. Una noche decidí darle con ganas con la intención de hacer un buen poema y concursar yo también ya que el monstruo de la literatura en aquel tiempo era el profesor Néstor Agúndez, oriundo precisamente del lugar donde sería la olimpiada, y quería ganarle. Resultó un buen poema, lo arreglé, lo limpié y lo dejé listo para entregárselo. Me volvió a preguntar y le contesté que lo tenía en la casa, que iría por él para dárselo.

Nada más con una condición Álvaro. No lo digas en ninguna parte hasta que vayas a la olimpiada porque concursaré en creación literaria y tú en interpretación. En aquella época se usaban las olimpiadas donde la garra deportiva afloraba en las distintas delegaciones. Había verdaderas jornadas culturales donde los concursos de canto, declamación y creación literaria llamaban mucho la atención. Tuvimos dos grandes intérpretes muleginos: Quelo Meza en canto y Álvaro Alvarado en declamación. Las olimpiadas eran otra cosa; la gente estaba al pendiente de ellas; los piques entre los deportistas de Mulegé, La Paz y Los Cabos, eran verdaderas campañas de vida o muerte. En Cachanía la gente se volcaba en el muelle cuando el contingente decía adiós desde la fragata… era otra cosa.

Llegó el día y Álvaro fue a Todos Santos a decir mi poema y yo lo envié a concurso de literatura. Recibí un telegrama del profesor Jesús García Tapiz, que era el organizador de la olimpiada, informándome que había ganado el concurso y que me trasladara a la cañera población. Fui al teatro Márquez de León donde el Pájaro concursaría con mi poema “No quiero crecer.” Le informé que había ganado en literatura y que estaba seguro que él también ganaría. Se me hizo ganarle al profe Néstor, que sacó segundo lugar. El teatro estaba repleto. Un poco antes de empezar la ceremonia se fue la luz y alguien informó que se realizaría al siguiente día. En una noche muy oscura salí del recinto y empecé a llamar a gritos a mi hermano Tony que era el que me había llevado; nos encontramos, me preguntó qué haríamos y le contesté que nos regresábamos. Entre ese mundo de tinieblas tomamos rumbo a La Paz.

Álvaro concursó y también logró el primer lugar. A los días se hizo una ceremonia en la Cancha Rucho Ceseña para que Alvarado Piñuelas interpretara mi poema y yo recibir el trofeo de primer lugar. Tino Hernández, alcalde,  me lo entregó. Es un indio estilo Cuauhtémoc con una lanza en la mano. Todavía lo conservo ya que es de bronce con una plataforma como de mármol. Es un bello indio. En la placa dice: “XXV juegos deportivos y culturales de B.C.S.  Primer lugar. Trabajos literarios en verso. Todos Santos B.C.S . 1973.”

Fue la primera vez que escuché mi poema, y dicho por el Pájaro, fue una impactante y agradable experiencia. Sentado en las gradas las manos me sudaron. Algunas veces coincidimos en las fiestas guadalupanas cantando a la virgen en la iglesia. Era también muy buen cantante.

El compañero Álvaro Alvarado incursionó en la vida política y llegó a ser secretario general del ayuntamiento. En una elección fue candidato a diputado local y yo también lo fui por el PRD. Ganó la diputación el candidato del PAN. Vinieron  las elecciones para la alcaldía y Pelón Garayzar la ganó y yo repetí en la dirección de bienestar social. La vox populi señaló que Garayzar Asiain lo invitaría a integrase a su equipo de trabajo.

Al poco tiempo, con la alegría que lo caracterizó partió plaza en el baile de año nuevo o aniversario de la  Mutualista Progreso.

De regreso a su casa, y en la madrugada, sufrió un fulminante infarto que le arrebató la vida. Murió muy joven privándonos de sus extraordinarias interpretaciones. Alea Jacta Est. 02-02-17. Miembro de ESAC.