No son unos ladrillos, es mucho más que un inmueble
La ciudadanía reflexiva de esta ciudad al ver en la tele, prensa escrita y digital, la figura del actual gobernador, se debe estar preguntando qué es lo que lo motiva a arremeter contra la sociedad que nunca le ha hecho daño. Por lo contrario, sea como sea, cien mil votaron por él. Durante su campaña dijo mil puntadas y una repitió varias veces: “Que le pedía al pueblo que lo contratara como su gobernador y que si lo contrataban sería empleado de la sociedad.” Cien mil le creyeron esa y otras puntadas: “No habrá pacientes impacientes, habrá agua las 24 horas, toda acción importante la consultaré con el pueblo, mandaremos a vacaciones al desempleo, en un tronar de dedos terminaré con la delincuencia.” Puras puntadas que hoy hacen pensar a los que le entregaron el voto.
Pretender demoler la escuela 18 de marzo, tema en que la vox populi ya maneja el nombre de Carlos Slim, y las erráticas declaraciones de sus esbirros Héctor Jiménez y Álvaro de la Peña, hacen pensar a los que le entregaron el voto. Y deben estar preocupados porque “sus votantes” ayer votaron por el PRI y el PRD.
Pero una de sus declaraciones más escalofriantes que rompe con el mínimo sentido común fue la que ya acorralado y apabullado dentro de su coraza fascista, dictatorial y autoritaria, el potro ególatra que lleva dentro –que ya explotó- se atrevió a externar: “yo no pienso cerrar ninguna casa del estudiante, pienso cerrar un inmueble,” y allá, muy dentro de él, tal vez, pretende rectificar y dice: “por más aprecio que le tenga uno a los ladrillos.”
Muchas acciones del gobernante han terminado por calificarlo como un sujeto insensible, déspota, autoritario y prepotente. La declaración sobre la Casa del Estudiante en México no tiene parangón en la historia política de la entidad…¡vaya! ni cuando Leonel “vendió” el mogote y se justificó diciendo que el congreso lo autorizó.
La Casa del Estudiante en México ni es el mogote, ni es un simple inmueble, mucho menos una serie de ladrillos alineados.
No señor gobernador: la casa del estudiante es Baja California Sur en la Ciudad de México; es el tic tac que pulsan los jóvenes sudcalifornianos que van a esa casa a estudiar; es el pulso de lo sudcaliforniano que vibra allá. Es el hijo plantado allá que huele a cholla, torote, desierto, mar y manglar. Es la casa que reinventa la pertenencia cada día que salen a sus escuelas, al sábado y domingo que remembran a la familia, la novia y los amigos que dejaron en el terruño. Es añorar los atardeceres en el malecón, paseos en lancha, la comida casera al lado de la familia. Es el abrazo fraterno de los calisureños cuando los visitan en esa casa que huele hermandad y concordia, esa casa donde se reinventa esa pertenencia, en veces tambaleante, que usted quiere asesinar.
¡No señor gobernador! Esa casa huele a la tierra mojada de los ranchos.
¡No señor gobernador! Usted no tiene pertenencia porque nunca ha sabido lo que es sufrir por estudiar fuera porque todo lo ha tenido.
La casa es nuestra porque se construyó con nuestros impuestos, contribuciones que usted nunca aportó porque nunca vivió entre nosotros. Usted sigue viviendo en una burbuja mágica llena de oscuridad y pobreza. Por eso para usted la casa es un simple inmueble y un montón de ladrillos.
No señor gobernador: usted nunca ha olido a pueblo porque nunca ha vivido ni respirado al pueblo. Usted es un simple neoliberal que vive para el capital.
La Casa del Estudiante Sudcaliforniano en México no se mide por pesos y centavos. Se mide por el Élan Vital de la pertenencia, la amistad y la concordia. Claro que cuesta mantenerla, pero es con nuestro dinero, dinero que en un viaje y pachanga gastan usted y sus funcionarios. Mi correo: [email protected]
PASEMOS EL RUBICÓN: No señor gobernador: la casa no es un inmueble como usted lo mira. Es un inmueble de luz, tejido con la luz de los cientos de profesionistas que le sirven y han servido a este estado que usted se empeña en demoler. No es un simple montón de ladrillos. Por esas paredes respiran las ansias y anhelos de los que en generaciones pasadas y la actual cincelaron y cincelan con sacrificios y necesidades sus proyectos de vida. Son las paredes que han dado cobijo a muchos que llenos de necesidades y enfermedades han sido atendidos por los residentes.
Para usted, para Héctor Jiménez Márquez, para su secretario general y las plumas pestilentes que apoyan su terrorífica decisión, la casa es un cochinero…
¡Mírese por dentro señor gobernador, para que vea qué tan limpia está la casa de su conciencia!
Dígale a sus testaferros que hagan el mismo ejercicio… se asustarán.
Señor gobernador: No tiene ningún derecho a destruir la parte “de su Estado” que respira en la Ciudad de México. Alea Jacta Est. 27-09-16