ENTRE GRINGOS Y MEXICANOS

VIÑETAS…Por El Feyo…

 

El sol caía a plomo, sábado del mes de mayo, Miguel Reyes Castro, su hijo Miguel Ángel  y Juan Carlos su sobrino, se trasladaban de la Ciudad  de Los Ángeles al rancho agrícola del sur de California donde prestaban sus servicios como jornaleros, iban cantando algunas melodías  escuchadas en el borlote del cual venían y que solidariamente reproducía, el estéreo  de la unidad vehicular que recién había comprado el primero de ellos.

No habían recorrido ni diez millas cuando el ulular de una patrulla y sus luces rojas y azules  los hicieron detenerse al borde del camino.

Por altavoz  se escucho una voz en español agringado que les dijo:

Favorr de abandonarr la unidad con las manos vasibles y no hacerr movimiento sospichoso algunou.

-Miguel- el chofer –bajo a la izquierda, Juan Carlos y Miguel Ángel hicieron lo propio, pero del lado derecho.

El polizonte –un güero armado hasta los dientes, lentes Ray Ban y totalmente uniformado –hizo una seña a Miguel para que este se retirara a unos metros del vehículo, pero este no entendió y en sus nervios se acostó en el suelo, abrió las piernas, estiró los brazos y pegó su rostro al polvo, lo que desconcertó a sus compañeros de viaje y levantó sospechas del agente de seguridad, quién en forma enérgica les ordenó:

Cabrounes mexicanous, subirse los trres a mi patrulla, yo revisarr su auto, esperro no encontrarr drogas o algo parecido pinches mexicanous!

En forma dócil los migrantes acataron la indicación, subiéndose solos a la parte trasera de auto-patrulla de modelo reciente del agente americano.

Mientras Miguel se moría de nervios, Miguel Ángel su hijo, se mantenía prudentemente callado, pero Juan Carlos imprudentemente empezó una revisión visual del interior de la patrulla, acrecentando el miedo que calaba a su tío hasta los huesos:

Mire tío  Miguel –decía- que buen estéreo, ya vieron las bocinas, trae palanca de 8 velocidades, cámara integral, memoria  digital….y Miguel lo interrumpía… ¡cállate cabrón! Estos gringos graban todo… y Juan Carlos deslumbrado seguía…. Ya vieron el tablero… está de poca madre, putaa! El bato trae buen aire, y Miguel bañado en sudor proseguía…..¡que te calles güey! Estos gringos son bien cabrones…y Juan Carlos: jijos… Que pinche lujo compa… ni parece de trabajo esta madre…y Miguel a punto del infarto… ¡cállate guey!… ay viene el señor federal.

Y efectivamente, el agente federal llegó, los bajo y les dijo: una disculpa, todo estarr bien…pueden retirrarse amigous.

Estas palabras hicieron que el alma volviera al cuerpo de Miguel quien no paró de chiflar de contento hasta llegar al rancho.

Al llegar, se les acercó un amigo que había visto parcialmente el incidente en la carretera y les pregunto….Mayko ¿qué quería el federal?

A lo que Miguel le contestó ufano y desafiante: una lana compa, pero le dije… mire amigo yo conozco las leyes por lo que pura madre le voy a dar dinero… me dijo que me subiera a la patrulla… le conteste: ni madres güey yo sé todos mis derechos,  así es que no me estés molestando. Y me dejó en paz. Me vio con mucho respeto y me dijo… contigo no se puede  Mexicano, pueden irse.

No compa- le aconsejo todavía al preguntón- no hay que dejarse de estos pinchis güeros porque te chingan.

El preguntón medio incrédulo—porque ya conocía lo temeroso de Miguel– se dio la vuelta y se alejo, mientras Juan Carlos y Miguel Ángel se guiñeron un ojo en señal de complicidad, para no descubrir al pariente, ni a sus miedos.

 

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