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BALCONEANDO / ¡PROSTITUCIÓN POLÍTICA!

Por Alejandro Barañano

En el pasado quienes militaban abiertamente en algún partido político estaban perfectamente identificados debido a sus ideas, acciones, convicciones, actitudes y comportamientos.

Por ejemplo, existían personajes de la derecha, los de las ideas conservadoras, los allegados a la Iglesia y los que estaban inmersos con los sectores patronales. Al otro extremo se podían percibir claramente a los de la izquierda, a los supuestos luchadores sociales, a los que levantaban el puño cerrado y entonaban frases rijosas para impresionar y muchos otros que salían a tomar las calles como causa y fin.

En medio de ambos espectros se encontraban los identificados como de centro, aunque por conveniencia –y con el paso del tiempo– muchos de sus dirigencias empezaron a deslizarse para autocalificarse como de centro-izquierda y otros más se movieron para convertirse en social-demócratas.

Todo esto viene a colación porque en la actualidad existen algunos sedicentes actores políticos que no se distinguen ni por sus ideologías, ni por sus colores, ni por las siglas con las que participan ni muchos menos por sus credos políticos. Simple y sencillamente se prostituyen políticamente.

Ejemplos de lo anterior existen varios casos, pero tomaremos uno en especial ya que se ha caracterizado siempre por ser un burdo truhan saltimbanqui o chapulinazo, solo para cumplir con sus personales y muy particulares intereses. Obviamente que me refiero a Ernesto Ibarra Montoya, quien siempre se ha distinguido por su afanoso interés de ser candidato bajo cualquier color solo para tratar de conseguir sus mezquinos objetivos.

El tipo nació –políticamente hablando– enarbolando las banderas del Partido Revolucionario Institucional, luego emigró al Partido Acción Nacional donde tuvo una época rimbombante, después sin pena ni gloria se fue a refugiar al Partido Verde Ecologista de México, e incluso, recientemente, se decía militante del Partido del Trabajo, pero cual vil mercenario que ha demostrado ser en materia política se vendió y terminó por convertirse en un simple “engaña bobos” para cobijarse ahora bajo las siglas del instituto de nueva creación llamado Fuerza por México, donde tal y como es su costumbre llegó simplemente a sembrar la semilla del odio, rencor y encono, lo que a final de cuentas es muy su estilo y especialidad por donde quiera que transita.

Ahora bien, valdría la pena recordar que este galeno de origen sinaloense hizo su aparición en la zona de Los Cabos hace algunos ayeres, justo cuando se rentó para que el tristemente célebre ex gobernador Narciso Agúndez Montaño, buscando debilitar la figura de Arturo De la Rosa Escalante y así repuntar bajo la sombra de su guardián y protector, buscando con afán una y otra vez el Ayuntamiento de Los Cabos. ¿Lo recuerda usted?

Al final nunca ha conseguido su cometido, y por ende perdió ya toda credibilidad, pero eso sí, Ernesto Ibarra Montoya obtuvo su magra recompensa ya que como pago a los servicios prestados se convirtió en todo un  mercader de la salud apoyado con sus farmacias y un hospital que posee en la zona de Cabo San Lucas.

Ahora de nueva cuenta hace su aparición en el escenario electoral, pero si algo faltaba ver con este tipo cobijado con la franquicia de Fuerza por México; es que sigue ofreciéndose al mejor postor tal y como es su costumbre. Es decir, que le da lo mismo jugarla con la derecha, que con la izquierda, con los radicales o con los moderados, ya que lo único que le interesa es irse con quien más le ofrezca.

Debo aclarar que Ernesto Ibarra Montoya no es el único ejemplo de tal ambigüedad, pues hay otros por ahí que se placean como magnánimos verdes, otros muy rojos, algunos como amarillos, sin faltar los naranja, turquesas, azules, blancos y hasta negros.

Total que parece que muchos sedicientes políticos de hoy en día padecen un alto grado de daltonismo, por lo que sin vergüenza ni recato no distinguen colores, ideologías ni siglas, pues para ellos son tiempos de prostituirse políticamente vendiéndose al mejor postor. ¿O me equivoco?; por lo que mejor quien esto escribe seguirá BALCONEANDO. . .