De la teoría Lombrosiana a la delincuencia organizada en México
Si Cesar Lombroso hubiese visto a los ejemplares de la delincuencia organizada actual, sobre todo a La mexicana, de plano guarda sus bártulos científicos y se dedica a cualquier otra cosa, menos a probar su famosa teoría del criminal nato.
Este médico Veronés, nacido allá por 1835 y famoso, entre otras cosas, por ser quien diera los primeros pasos para lo que después sería la Antropología criminal., estudió en especial a los malhechores de su época, trató con enfermos mentales y elaboró una serie de notas de las que extrajo entre otras cuestiones, las características de distintos tipos de delincuentes, a quienes clasificó de acuerdo con sus caracteres antropológicos y psicológicos.
Después de acuciosos estudios, reconocidos por unos y vituperados por otros, Lombroso al examinar distintos delincuentes, llegó a la conclusión de que el criminal no es un hombre común si no que por sus particulares rasgos morfológicos y psíquicos, constituye a un tipo especial y además, esperando que no se sientan aludidos, tiene estas características a saber: Menor capacidad craneana, mayor diámetro bizigomático ,gran capacidad orbitaria, escaso desarrollo de las partes anteriores y frontales, contrastando con el gran desarrollo facial y maxilar, abultamiento del occipucio, desarrollo de los parietales y temporales y frente hundida, por citar las principales.
Según él, los criminales no sólo nacen como tal y son malos desde chiquitos, sino que vienen al mundo con cara de malos (y pata de palo), es decir con ciertos rasgos físicos bien definidos como los mencionados.
Estas ideas, no fueron ignoradas del todo, pero si fueron muy controvertidas. En la actualidad, el galeno también antropólogo y penalista, es un referente cuando ha de hablarse de estos temas sobre todo si se reconoce que es el primer estudio científico realizado al respecto, pero actualmente su teoría no goza de muchos simpatizantes entre sus colegas.
A Lombroso le importó poco o se dejó llevar por la popularidad que adquirió en su tiempo y de ese modo sostuvo hasta su muerte que los delincuentes llevaban en la cara sus tendencias malhechoras. Bastaba analizar cuidadosamente la forma de la mandíbula, la nariz u otros rasgos fisiognómicas, a fin de llegar a conclusiones irrefutables sobre la propensión a delinquir del sujeto en cuestión, decía el maestro, quizá apanicado por los peculiares sujetos que algún dañisto le facilitó como material de estudio para que se encerrara con ellos y se pusiera a probar su famosa teoría.
La verdad uno no quiere ni imaginar-pero nos lo imaginamos- el batallón de monadas que seguramente en bola le pusieron a la vista para que la ciencia hiciera lo suyo y llegara a esta conclusión. Por mas denostada que este hoy en día su conclusión, no lo culpamos: creo que a lo mismo hubiéramos arribado cualquiera de nosotros si de pronto, vestidos con bata blanca y todo, al igual que él, pedimos algunos ejemplares para estudiar al delincuente tipo y nos encierran en un cuarto con Murillo Karam, Gamboa Patrón, Emilio Chuayffet, Osorio Chong, Hank Rhon ,Fernández de Cevallos Molinar Horcasistas, Jesús Zambrano, jesus Ortega ,Oswaldo Santis Quiroz , Gerardo Ruiz Esparza, Roberto Campa Cifrian, Ángel Aguirre, o aquí en Sonora con Guillermo Padrés, Bernardo Campillo, Juan Bautista Valencia, Juan Manuel Armenta o Ricardo Ornelas. Así cualquier le da la razón a Darwin-personaje que influenció de algún modo a Lombroso- y terminamos por decir, como el afamado doctor, que el delincuente nato, en efecto, tiene esas nada envidiables características morfológicas y muchos más.
Las cuentas no nos salen ni tampoco creo que le hubieran salido a don Cesar cuando se aventó este experimento, si hubiera tenido a la mano como objeto de estudio a los celebres personajes de la delincuencia organizada en México.
Aquí el verbo de Lombroso no mata esas caritas. Para nada. Y no quisiera ni pensar a que conclusión hubieran llegado sus estudios si, en un imaginario en el tiempo, lo reencarnamos, lo traemos desde Italia y lo becamos por unos meses, para que, con el mismo rigor científico de antaño, averigüe sobre las particularidades del delincuente nato teniendo como conejillos de indias a los que últimamente ha sometido-o a liquidado- el impecable, el incorruptible gobierno Mexicano.
De plano guarda sus bártulos científicos y se dedicaría a cualquier otra cosa, menos a probar su famosa teoría del criminal nato.
Y es que uno los ve y lo menos que pensaríamos es que estos señores anduvieran en las cloacas mas hondas de la criminalidad.
Acoto: cuando digo que los veo, no es porque tenga alguna comunicación con ellos, sino que los veo en un letrero anuncia recompensas o en la tele o en los narcoreality que les ha dado por trasmitir a TV Azteca y Televisa bajo el patrocinio de la Siedo o Seido como se llama ahora, luego de tan estructural cambio.
Y ahí es donde miro, por ejemplo, al Teo, aquel que agarraron en mi tierra, con esa cara regordeta y angelical que dan ganas de agarrarlo encima.
El Chapo, en cambio, parecía maestro de obra o ampayer si es que lo ve usted cuando lo sacan con esa gorra azul con la visera pa´rriba. Si lo ve (con nostalgia) en esa foto que le tomaron tras las rejas con ese traje color caqui cuando fue detenido en Guatemala, parece velador recién despertado. Hoy que lo detienen la gente esta incrédula pues dice que no se parece, como si lo hubiera visto a diario durante los años que anduvo prófugo o no hubiera sufrido cambio alguno desde entonces. Yo no puedo asegurar nada, pero a mí se me figura un chingo al escritor Enrique Serna.
El Mayo Zambada, por su parte, en esa foto tres cuartos de perfil que yace exhibida en ese anuncio que ofrece 30 millones de pesos a quien lo denuncie, bien pudiera pasar como un cantante de música ranchera.
Nacho Coronel muy bien se pudo haber camuflajeado entre la población universitaria y nadie se hubiera dado cuenta: en esa foto que ahora veo parece maestro de la UAM.
Vicente Carrillo Leyva, hijo de Amado Carrillo, igual: así, pulcro, luciendo un pans no precisamente adquirido en Milano y lentes de moda, tal como nos lo presentador en los días de su detención, pasaría sin sospecha alguna, como un sobresaliente estudiante de algún posgrado a punto de terminar.
A Vicente Zambada Niebla, alias El Vicentillo, hijo de Ismael Zambada, lo distingue su sobriedad.: Pantalón de mezclilla, camisa a rayas y saco sport. Si es que alguien osara llamarlo delincuente, sería entonces de los llamados de cuello blanco: amigo del niño verde, Jorge González o militante juvenil del PAN, por ejemplo.
Juan José Esparragoza (a) “El Azul”, en esa foto como si se la hubiera tomado para pegarla en una solicitud de empleo, a lo mucho parece operador de Transporte Norte de Sonora o guardia de seguridad o gerente de Coppel. Nunca un hombre con la peligrosidad que nos han dicho.
La Barbie-ay la Barbie- a quien, en otro más de los montajes, le hicieron esa entrevista de semblanza que nos trasmitieron por capítulos cada noche, no ha dado muestras de ser dueño de esa saña que le endilgaban sus captores. Era inencontrable, afirmaban. De pronto les dijo adiós en un retén, alguien le metió una zancadilla y ahí lo apañaron con la facilidad que se detiene a un indigente para hacerlo confesar sus fechorías mediante los científicos métodos que suelen usar la autoridad ministerial en México. Ahora no hayan como callarlo, ni prometiéndole que en la cárcel nadie le quitará su atesorada camisa verde.
Esta introversión casi juvenil del ex estrella de futbol americano en una preparatoria texana, es muy similar a la ternura que despierta el Teo. Nada que ver con los jóvenes aquellos que le prestaron a Lombroso para su estudio. Ambos- la Barbie y el Teo- bien pudieran ser dos amorosos chóferes en un kinder o en una guardería.
Los que si se volaban la barda eran Los Arellano Félix. La culpa no era de ellos, sino de la PGR, quien no parecia tener muy actualizado su archivo de “los más buscados” es hora que todavía por ahí nos sigue mostrando una foto donde están todos juntos y que, mínimo, ha de tener más de veinte años de haberse tomado. Cuando aveces nos las presentan, más que suponer que se trata de una legendaria familia de narcotraficantes, uno juraría que está viendo un antiguo LP de Los Muecas.
De plano así no se puede. Con esta evolución del prototipo criminal-muy parecida a la transformación del mono en hombre- Cesar Lombroso, si viviera hoy en día en México, al primer intento se va del país o agarra una borrachera o abre una carnicería, o se pone hacer hielitos pa vender o no se pero invariablemente hubieran dado un paso al costado y se olvida para siempre de andar tratando de probar sus teorías y todas esas chingaderas.