Dossier

Las Meninas

Miras el cuadro y sientes que lo has visto todo. Al mismo tiempo, estás realmente convencido de que no has visto nada, ya sea porque no has querido o simplemente –y esto es lo más probable, porque no has podido. Es que la vista es engañosa. Puedes pasar rápidamente tus ojos por La Meninas y afirmar que has captado lo que te quiso decir Velázquez. Será que el título es tan preciso al afirmar que se refiere a esa par de mujeres de baja estatura rodeando a la infanta Margarita que no hay lugar para ninguna ambigüedad. Sin embargo, existen tantas cosas y tantos seres viviendo en ese cuadro que no está claro lo que los une y mucho menos lo que los ordena en ese espacio y ese momento. Lo único que queda realmente claro es que ellos también te miran, se miran entre ellos o miran a alguien que se encuentra fuera del marco de la pintura. Se trata de once personajes, todos los cuales han sido identificados, menos uno. Primero, claro, la tal infanta Margarita, luego las dos meninas María Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco, los enanos Mari Bárbola y Nicolasillo Pertusato (éste último juega con un perro de buena raza, echado en el extremo derecho.) ¿De qué se trata, de una escena doméstica de las mascotas de la infanta, de su pequeño mundo de miniaturas con las que juega y se divierte en largas tardes de ocio? Y si es así, ¿por qué Velázquez quiso que los viéramos en esa actitud cotidiana, despreocupada, habitual? ¿Acaso intenta a su manera denunciar el uso de hombres y animales tal cual si fueran objetos? ¿Pero, no es lo mismo que él hace al retratarlos, convirtiéndolos en conglomerados de texturas, sombras, luces, colores? ¿No es eso justamente en lo que el artista se ha convertido al contemplarnos desde el cuadro con sus pinceles entre los dedos: en un objeto dentro de un teatro de supuestos, apariciones, siluetas indescifrables y bellas como un barroco adorno de porcelana o los encajes de un vestido laboriosísimo, igual a los que portan sus personajes? Porque Velázquez está ahí, en un segundo plano (él tan discreto, tan en la sombra y tan visible, tan evidente, tan obvio alagando su vista.) A la derecha, en un tercer plano, doña Marcela Ulloa y un guardacamas de cuyo nombre nadie ha podido acordarse completan la pequeña cofradía de allegados a la infanta (o mejor dicho sus sirvientes.) En el cuarto plano están los padres de la infanta: Felipe IV y Mariana de Austria, aunque sólo puedes verlos a través de un espejo frente a ti, lo cual significa que están de pie a tu lado, en pleno siglo XXI. Al fondo, en un quinto plano, está José Nieto, aposentador de la reina, abandonando la habitación o asomándose para echar un vistazo en este “detrás de cámaras” de hace trescientos años. Cierto, lo siento: tú también eres un invitado de piedra. El otro anónimo.