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En memoria

A Enrique Ceseña Montaño: un hasta pronto al paisano que con orgullo portó y honró el linaje de la sudcalifornidad. DEP.

 

Ayer en la mañana que me habló Raúl Olachea Lucero para decirme que había muerto Enrique Ceseña, se me vieron a la mente innumerables recuerdos; uno de ellos, verlo con el pie recargado sobre las trancas de un corral oteando la alzada de algún animal — res– para la engorda o la venta. Creo que fuera de este típico escenario resulta difícil imaginarse a Enrique Ceseña Montaño.

Se de él desde que tuve uso de razón; amigo y paisano de mi papá; de no ser por algún saludo ocasional pocas veces platique con él; años después lo ví en las grandes ligas del boxeo como promotor de célebres peleas; ya después en las praderas donde pastaba su ganado; un tanto místico, solitario — como los auténticos rancheros sudcalifornianos– moviendo ganado de un lado para otro; toda una autoridad para realizar operaciones de compra y venta de ganado.

Me decía Raúl Olachea que con él aprendió a diferenciar el ganado del sur y del norte; – -algo que yo desconocía– ; cómo y porqué el ganado del norte es más pesado y la carne más consistente que la del ganado del sur, como influye la pastura, el clima y el terreno en el desarrollo del ganado, e incluso, en su alzada (tamaño); diferencias que cuenta y cuenta mucho — como rezan los slogan anti-peñitas- – cuando se trata de comprar ganado en pie o a “ojo de buen cubero”.

Hace más de treinta años –quizás cuarenta– lo recuerdo platicando de box con mi papá QEPD), –mi papá no sabía nada de ganado, él era un fanático del box, como yo– ; de sus miras en ese deporte; en ocasiones discutían sobre alguna pelea cuando no coincidían en sus apreciaciones y al final terminaban hablando de sus correrías en sus años mozos. Mi familia siempre le ha honrado afecto y aprecio a los “Ceseña” — como decía mi abuela– , más allá de la identidad y del paisanaje, de una familia de bien, genuinamente nuestra, con una gran pertenencia a la tierra que los vio nacer.

Los últimos años los paso en su casa, al cuidado de sus hijas e hijos, alcahueteando nietos y recordando tiempos idos; un mirafloreño que contribuyó enormemente al engrandecimiento de la ganadería en el estado, en la que escribió no uno sino numerosas paginas en la historia de la ganadería local, historia hasta hoy desdeñada, de lo que es el auténtico ranchero sudcaliforniano. Descanse en Paz Enrique Ceseña Montaño.

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