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ABCdario / ¡Qué tiempos aquellos! * Hígado sin sal

Port Víctor Octavio García

 

 

Hace más o menos veinticinco años –en mis primeras “venadeadas”– el “Pilarillo” Amaraz, “Vidorria” y yo, decidimos salir a buscar un “hijuelachingada”; nos habían dicho que andaban varios de ocho puntas en la zona de la “Difuntita”, que era cosa de ir, tumbar uno y paletearlo; preparamos el .6 mm, cuchillo, mecates y ¡fierro!, nada de “lonchi” salvo agua para tomar; el “Vidorria” que es muy bueno para trazar expectativas había dado su opinión; compadre, le dijo al “Pilarillo”; “no vamos a llevar “lonchi” para no perder tiempo, pa’ las ocho de la mañana vamos a tener colgado un “hijuelachingada” en los brazos de un ciruelo”; se me hizo muy ojona pa’ que “juera” paloma pero no dije nada, me quede callado.

En cuanto comenzó a “clarear” dimos inicio a la caminada; mis oídos aún tenían buena audición así que el más mínimo movimiento era detectado por mis radares (orejas); recuerdo que al cruzar por una cañada tupida de “pimientillas” y matas de barba de gallo, disfrute escuchar el suave “aleteo” de un par de palomas pitahayeras que al sentir mi presencia emprendieron el vuelo, sospeche que eran “tarabillas” por el “llorido” que hicieron cuando comenzaron “aletear”; habíamos trazado el plan de caza de suerte que el “Vidorria” y yo espantáramos los venados de las cañadas y los ancones, mientras el “Pilarillo”, caminado por media falda de una “cuchilla”, les tiraría (yo creo que ese tipo de estrategias ni Eisenhower las trazó en la II guerra mundial); hay una “cuchilla” larga que corre unos cinco kilómetros y al final viene a morir en el arroyo del “Condeno”, zona de muchas cañadas y ancones; ese día caminamos hasta cerca de las dos de la tarde sin ver ni agarrar nada, era tiempo de frío, así que la caminada estuvo agradable, el problema sería el “grullerío” de tripas horas después.

Como la caminada en la mañana resulto mala, decidimos pegar una “tardeada”; no queríamos regresarnos con las manos vacías, sin imaginarnos que esa tarde sería la del “ya merito”; vimos varios “hijuelachinganda” sin poder agarrar ni uno, ya porque no dieron tiempo de tirarles, porque se encasquillaron los tiros o sencillamente se les tiro pero los disparos no dieron en el blanco; el caso que la “tardeada” sólo alargo nuestra tortura con un hambre de la chingada, de suerte que como a las seis de la tarde comenzamos a comer bolas de choyas “tatemadas”; estaba corriendo viento, “collas” frías que calaban hasta los huesos, y aun así decidimos echar lámpara de regreso, con suerte podíamos agarrar un “hijuelachingada” en una cañada; la primera hora de “lampareada” resultó inútil, así que decidimos quitar las lámparas por el frío que estaba haciendo, antes de quitarlas el “Vidorria” tiró la “luz” hacía el fondo de una cañada y comenzó a “peinar” lenta y minuciosamente hasta que detectó un bulto “prieto” en uno de los taludes de la cañada, tomé los “miralejos” (binoculares) y voy viendo que era un “hijulelachingada” que estaba “arrinconado” a un lado del talud de la cañada protegiéndose del frío; le grite al “Vidorria” y le  dije, ¡tocayo, allí está es un “hijuelachingada”!, ¿dónde? me preguntó”, le apunte con la luz de la lámpara centrándola en el venado, comenzó a titubear para tirarle pensando que era una ”doña” (hembra),pero al ver con los miralejos le alcanzó a distinguir las “varas” de las horquetas, “oyes, sí es uno de horqueta”, me contesto, “cerrajeó” el .6mm; lo mampostó  sobre el capacete del carro y con el sigilo y paciencia de un francotirador le metió a la “cruz” de la mira, tocando suavemente el gatillo hasta ponerle el dedo completo en la cubertura del gatillo y ¡palos!; el disparo se escuchó bofo quedando tirado a un lado de un algodoncillo; con el miralejos vimos que quedó tendido, casi recostado, en el talud de la cañada; ahora sí a paletearlo.

El “Pilarillo” agarró los cuchillos y mecates y nos descolgamos por la cañada; cerca de donde había quedado tendido había una pitahaya dulce seca, grande, apilamos varios brazos y le prendimos lumbre para “aluzarnos”  para la hora de  sacarle los dentros; jalamos el “hijuelachingada” escasos tres metros hasta arrimarlo a un torote, colgarlo y ahí “destazarlo”; mientras el “Pilarillo” le tumbaba el cuero comencé a sacarle los dentros cuidando de no romper las tripas ni el menudo para que no se “juera” hacer un “cochinero”, saque el menudo y las tripas y ya después las “boferas”; el hígado limpiecito, no tenía ni “jiel”; precioso hígado, tiernito, para esto los brazos de la pitahaya que le habíamos prendido habían hecho brasas, brasas de un rojo encendido y me dice el “Pilarillo”, “Víctor, echa el hígado en las brasas, mejor nos vamos a comer el hígado, las costillas van a tardar más”; me sorprendió la orden y titubeé,  me hice pendejo –al modo cochi– y no eche el hígado en las brasas pensado que se iba a revolcar, al ver que estaba indeciso agarró el hígado y lo dejó “caí” en las brasas, y con un palo lo tapó con más brasas, mientras “paleteábamos” el venado pal carro que había quedado no muy lejos pero había que subir una cañada; un venadito de horqueta.

Después de media hora nos regresamos pa’ la cañada a sacar el hígado de las brasas y apagar la lumbre; recuerdo que al sacarlo de las brasas parecía una bola de chapopote; con el paño le tumbó la tierra de arriba y con la misma, después de echarle tierra a la lumbre, lo garró y se lo llevó hasta donde teníamos el carro con el de horqueta arriba de la caja del pick up; abrió la tapadera de la caja del pick up, lo lavó con agua y allí lo partió con el cuchillo; por dentro había quedado como una masita, sabrosísimo y le dimos mate sin sal y sin limón y sin huichol, ora sí que a capela, no llevamos nada salvo agua para tomar; jamás había comido un hígado tan sabroso, ya porque traía hambre, ya porque había quedado al punto o por la novedad, el caso es que se me hizo riquísimo. Años más tarde, en una “venadeada” con Raúl Olachea y Raúl Pedrín en la “Tinaja de la vaca” lo volví a comer, allí sí como Dios manda; con sal marina, limón y salsa huichol. Recuerdo que Raúl Olachea me confió el secreto del hígado enterrado en las brasas; tenía que ser de un venado tierno, de horqueta, porque de venados grandes y los de las hembras salen con muchos nervios, duros y con distinto sabor, según él.

A la vuelta de los años mi querido amigo “Pilarillo” Almaraz, –que visitó con mucha frecuencia–, a sus 78 años de edad ya se le echa de ver el tiempo; aunque ágil como ha sido comienzan a olvidársele las cosas y a fallarle los oídos; el “Vidorria”, más joven, de 67 o 68 años de “vidorria” existencia, se recupera en ciudad Obregón Sonora de una exitosa cirugía en la columna y un servidor, quizás el más “jodido” de los tres, con una sordera irremediable; dejamos de salir a los venados cuando se iniciaron las “matazones” hace cinco años y hasta la fecha no hemos coincido en ninguna salida. ¡Qué tiempos aquellos!.

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