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ABCdario / ¡Aquellos días!* Toro prieto

Por Víctor Octavio García

Anoche que hablé para Tierra Santa (Conquista Agraria) para preguntar cómo estaban los Almaraz me comentaron que el “Pilarillo”, mi comandante en jefe, había salido con todos los niveles altos; azúcar, colesterol, ácido úrico y triglicéridos, hasta donde sé es un hombre sano que no tiene problemas serios de salud excepto sus rodillas que no le responden como antes, seguramente algún desarreglo o por su edad, 80 años a cuestas bien vividos y muy trabajados o tuvo algún desarreglo y eso provocó que se le dispararan; hace unos años, quizás veinte o más, nos dio por salir a pegar una “tardeada” (venadeada) por los rumbos de las “testeras del Chivato”, zona donde se meten muy buenos animales; los intrépidos cazadores el “Pilarillo”, “Vidorria” y un servidor, como de costumbre nuestras salidas no eran muy aparatosas, el rifle, tiros, un galón con agua, un termo de café, machetes, mecates y cuchillos y párenle de contar, en ese tiempo tenía un “Toyotita” cuatro cilindros, estándar, modelo 74, doble, estaba praymado, el motor hay nomas pero jalaba a toda madre, nunca nos dejó tirados y eso que brechábamos en zonas donde sólo las águilas se atreven, buen carro, eso sí parecía tambo de albañil, mis chamacos le decían “Tundra”, y salir para las “testeras del Chivato” no era cosa menor, hay una pasada de no más de veinte metros, justo donde se junta un brazo del arroyo con el arroyo del Chivato, angosta y tupida de monte, que pasas por una zona tepetatosa con “escalones” de casi medio metro de alto rodeando unas moles de piedra que si te descuidas en las primeas de cambio te “embancas” en las piedras o en los tepetates, ora sí que como dice el clásico de Javier Solís, tienes que pasar “ladeado”, se requiere pericia, mucha pericia y sobre todo que te valga madre si “jodes” el carro, de ida pasar fue pan caliente, subimos la cuchilla sin contratiempos, yo “chofereando”, el “Pilarillo” y el “Vidorria” en la caja del pick up “mapeando” la zona, toda la tarde la caminamos, en veces en el “Toyotita” y más de las veces a pie revisando cañadas, ancones, limpios y lomas pelonas a ver si veíamos un “hijuelachingada”, se nos fue la tarde y se nos hizo de noche y nada, no traíamos focos de mano, al estilo ordinario, así que guardamos el .6 milímetros en cuanto oscureció y a emprender el regreso, otra vez pasar por la parte mala de las “testeras del Chivato”, todavía no descolgábamos la cuchilla para bajar al arroyo cuando “palos” que se apagan las luces del carro quedando prendidos solo los cuartos del “Toyotita”, era una noche sin luna, oscura, como cueva de lobo, antes de agarrar la parte mala, después que el “Pilarillo” le hizo la lucha a ver si encendían las luces, se “apió” del carro con el machete en la mano y comenzó hacer un “atajo” para librar los escalones, improvisó un “hachón” de un brazo de cardón seco para que “alumbrar”, el “hachón” estaba húmedo por el sereno así que “aluzaba” más un “copechi” que el “hachón”, en eso oímos un fuerte bramido en la oscuridad sin saber qué era, el “Vidorria” salió “botando” por los escalones tepetatosos, el “Pilarillo” tiró el “hachón” para pegar la estampida y yo grité despavorido ¡el lión!, ¡el lión! nos hubieran visto corriendo por las “testeras del Chivato” buscando a tientas donde habíamos dejado el “Toyotita”, cuando llegamos al carro me preguntaron el “Vidorria” y el “Pilarillo” que si había visto el “lión” y les conteste que no, ellos creyeron que había visto un “lión” y también se asustaron, el “Pilarillo” agarró de nuevo el machete y nos dijo, “que valedores de verga son, vamos a abrirle una pasada al carro”, hay vamos de nuevo, no pudimos y nos dio “hueva” y me dice el “Pilarillo”, “Victor échate así, nosotros te vamos a echar aguas”, la única luz que traíamos eran de los celulares, y con esa luz vimos que lo había bramado era un toro prieto, grande, que trato de embestirlos, total logré pasar la parte mala llegando a casa del “Pilarillo” poco antes de las diez de la noche, ese mismo día los Martínez -Toño y el Pelón- nos habían invitado en la noche a su casa a comer tamales, no me acuerdo que festejaban, así que llegando a la casa del “Pilarillo” nos bañamos y ¡Fierros! con los Martínez, cenamos tamales y al modo empezamos a tomar ballenas, yo llevaba dos pomos de tequila reposado, en ese tiempo todavía me echaba mis “alipuses”, así que esa noche nos amanecimos, una de las “pedas” que más recuerdo y he disfrutado conviviendo con buenos amigos, el “Vidorria” era el único que no tomaba, no sé quién le consiguió una guitarra y fue el que nos deleitó toda la noche rascándole a la lira, no me acuerdo cuántas veces le mande tocar y que cantara “Cruz de Madera”, “La Yaquesita” y el “Rey de mil coronas”, me puse un “pedo” al estilo de Tavo García (mi papá), de suerte que baile hasta con una escoba, otro día me dieron mucha carilla, “que andaba echándole los perros a una señora”, no sé si fue cierto porque no recuerdo nada, casi nos amanecimos, yo desperté otro día tirado debajo de una mata de mango, otro día como a las once de la mañana, con una cruda de los mil demonios, nos hablaron para que fuéramos a tomar café y a comer caldo de cabezas de garropa, después de comer y tomarme un par de limonadas con carbonato, emprendimos el regreso a esta ciudad después de escribir otra de nuestras historias que se cuentan por decenas en “tierra Santa”. ¡Qué tal!.

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