7 Pilares

De exilios y regresos

En aquesta ramadota huele no sólo a aserrín recién esparcido, sino a forjadas frías y a gente feliz, luria, porque las huestes que le dieron renombre al ultramarinos más permisivo del Pacífico, (éste que se hace nombrar Los 7 pilares), han regresado a su alma mater para viborear, inventar historias verdaderas, pistear, despotricar contra los gobiernos del signo que sean y, en fin, dar rienda suelta a la mala leche que todos ustedes llevamos dentro.

Como en contadas ocasiones, El Ultramarinero, patrón del antro y servidor de forjadas a quien se arrime a su barra a espantar calores, andanzas y malas vibraciones, interroga malicioso a los recién llegados:

__¿Y ora? ¿A qué debemos el milagrote múltiple? ¿Onde anduvieron sus mercedes los últimos cuatro años? Porque se les ve angustiados… como quien no logra acostumbrarse a los fríos vientos de la banca, a las angustias de no contar con el cheque quincenal…

Los interpelados se revuelven como miuras al sentir la lanza del picador y se ven unos a otros encogiéndose de hombros y con cara de amínimevean que soy inocente.

Como nadie se da por aludido, la Doñita explica que cuando el panismo llegó a Palacio, ella se fue pal Otro Lado, a buscar la vida y los verdes billetes que allá se imprimen.

Carambuyo Bill afirma que los últimos cuatro años los ha pasado viajando por las carreteras gringas, llevando y trayendo carros por encargo. “Se gana un ferión”, explica con escaso convencimiento.

El Bolas, joven arrojado de El Calandrio, cuenta que su universidá le pagó un sabático de cuatro cabalísticos años en Harvard, Princeton, Yale y la UNAM para actualizar sus conocimientos en Ciencias Infusas, Difusas y Profusas, pero como ya estaba hasta el gorro de anglos y de chilangos, regresa a su querida universidá.

El Juntabotes cuenta a los presentes que debió viajar a las bolsas de valores del mundo desarrollado, para dar conferencias magistrales acerca de cómo hacer billetes con botes de aluminio apachurrado (y sin lavar ajeno, no como otros).

El Parara se niega a justificar su ausencia del aguaje más reputado de las Californias; sólo llora quedito y moquea como si fuera manda, abrazando a todos con una mirada lánguida y gemebunda.

El Viejo Chamán yaqui –ese anciano eterno__ cierra el ciclo de confesiones mentirosas iniciando una de sus narraciones veríficas del siglo dieciséis:

__ Cuando el padrecito Salvatierra nos ordenó al negro y a mí que, como escaseaba la machaca, fuéramos a traer unos cimarrones al territorio cochimí, se me arrugó el entresijo: los cabrones cochimíes me la tenían jurada porque según ellos traicionaba yo a mi raza acompañando a estos barbones apestosos que nos querían esclavizar… pero ni modo de culipandearme. “Vámonos, negro, le dije al peruano, que nomás pujó, agarró el arcabuz de mala manera y echó a andar hacia La Giganta, mientras yo aperingaba una fajacuera, mis flechas y mi arco recurvo, regalo de un jefe tribal mongol…”

Nadie entre los muertosdehambre se atreve a aclararles a los recién llegados que los panistas siguen y seguirán en Palacio. No tiene caso. Mientras, los mejores entre el infelizaje porteño son apapachados por su grey, como si apenas ayer hubiesen partido de esta logia en la que se bebe, se miente, se habla pestes de los políticos, se discute y hasta se aportan ideas para alcanzar la felicidad. Me.