De protesta y guayaberas
«¿Y cuál es el problema?», pregunta el Ultramarinero al Bolas –joven talentoso de El calandrio– que gimotea mientras bebe a sorbitos de su forjada, en este báquico altar de libaciones llamado Los 7 pilares, en el que –como en las notas de sociales– «se dan cita» los más reputados ejemplares del bajo mundo porteño.
–Es que, me da pena decirlo… no tengo guayabera.
–¿Y?
–Pues… si no tengo… no puedo ir a la toma de protesta/
–¿Y?
–Es que yo quería estar en en la Plaza de la Reforma con el resto de los ciudadanos sudcalifornianos, para escuchar al nuevo Gober lo que tenga que decirme acerca de cómo atenderá los asuntos del Ejecutivo y/
–¡Bájale, Bolitas, bájale! Interviene El Parara, gurú, filósofo marginal y guardián de las tradiciones del infelizaje.
— «Bolas», si no es mucha molestia, maese.
— Bolas, pues. Date cuenta que estás en esta isla llamada California, y no en la Atenas de antes de Cristo. El acto al que quieres asistir es un ritual vacío, al que invitan sólo a la clase política y a los señores del dinero. Tú no cuentas, Bolas. Eres peladaje, raza, palomilla. No tiene caso que vayas, pero si eres curioso y mitotero, pues ve, ¡órale!
–Es que no tengo guayabera. Si no porto una (y de manga larga), no me admiten en la fiesta cívica.
Como el asunto se está volviendo más repetitivo que un informe de Gobierno, ha de intervenir el Viejo Chamán yaqui:
–Somos muy republicanos, pero nos encanta el sarao, los usos monárquicos. ¿No le decimos «palacios» a los edificios de gobierno? «Palacio de Cantera», «Palacio Municipal»… ¿No elegimos «reinas» de lo que sea, y le seguimos la pista en las revistas del corazón a los devaneos de las princesas y príncipes de las Cortes europeas? Así que ni nos quejemos de que al nuevo jerarca le atraiga lo cortesano.
–García Márquez se cascó una guayabera para recibir el Nobel… ¿Por qué no Picore?, dice Carambuyo Bill a la tribu, y se les queda viendo con ojos de rendija, como esperando el efecto de su dardo.
Como nadie cae, lanza el siguiente:
— Y pérense… nomàs falta que este régimen nos aplique màs dosis de «familia natural» y otros programas fascistas.
Todos en el aguaje se quedan pajareando, en plena asimilaciòn del panorama. Vuelven a besar sus forjadas meditabundos, recelosos, como si de repente, a Los 7 pilares fueran a entrar tirando madrazos losTiburones, aquel grupo paramilitar de oscuros uniformes y pèsismos modos.