7 Pilares

De pesimistas y oportunistas

“Ya estábamos hasta la madre de los valores sudcalifornianos que nos restregó el panismo por cuatro largos años y medio. Por eso confiábamos en que las elecciones éstas iban a sacarnos de la ñoñez azul… ¡y chíngale!, que se estacionan por otros seis. ¿Iremos a aguantar?”, pregunta y se pregunta a media voz El Parara en la ramada ésta que se hace llamar Los 7 Pilares.

Ninguno de los integrantes de esa logia de ganapanes, catarrines y maitros miembros distinguidos del infelizaje porteño se da por enterado de la semiqueja del guardián de las tradiciones insulares. Todos beben en silencio, pensativos, como no queriendo creer que aquellas esperadas elecciones les jugaron traición y los empujan al agujero negro del fascismo corrientón y provinciano, ese de “mejores familias, religiosidad de dientes afuera y corazón peludo”, como acusa, rencoroso, El Parara.
–Pues no sé ustedes, pero los de la iniciativa privada no tenemos aborrecido a gobierno alguno, del signo que sea—señala forjada en mano El Juntabotes, hombre de empresa que cotiza su aluminio recuperado en las bolsas de valores de todo el planeta—sobre todo si nos permite seguir amasando billetes verdes, que es, a fin de cuentas, lo que importa en los países capitalistas, concluye el hombre de empresa, ufano y decidor.

— Mientras en mi universidá me toleren, me paguen y me chiqueen con sabáticos, seguro médico y demás, que los gobiernos cambien o permanezcan, me vale—gruñe El Bolas, joven contentadizo de El Calandrio y orgullo de su alma mater.

Carambuyo Bill, viajado, hombre de fronteras y poeta full time en sus ratos libres, no piensa intervenir: cuaja en una servilleta un soneto jocoso con el que habrá de resaltar las fallas del gobernador electo y, de paso, mostrar a la clase política que su vena mordaz no ha perdido filo en el exilio y las pedas cotidianas.

La Doñita, por su parte, sólo sonríe. Parece guardar un as en su faltriquera para mostrarlo en el momento propicio, pues alguien por allí la oyó farfullar que fue compañera de banca de la Primera Dama y que… quiensabe.

El Viejo Chamán yaqui permanece inmutable, sentado en su tronco de colorín, forjada en ristre y con los ojos en blanco. Tal vez recuerda aventuras vividas en siglos anteriores. Tal vez sólo se hace pendejo, como muchos de ustedes sabrán.

Cada parroquiano rumia su futuro, mientras afuera del antro las calles y los lomos del puerto hierven con la calor, que no ha cesado de golpear desde endenantes, como si manda fuese.