De partidos y defensor
“No le busquen chichis a la gallina. Si no fuera por los partidos políticos, ustedes anduvieran todavía comiendo chuniques, pitayas, liebres y machaca de tiburón, como cuando llegaron los padrecitos fundadores a esta isla. La Revolución (y con ella su partidazo) los ingresó a la Historia, a las comunicaciones, a la modernidad con sus tiendotas departamentales, a la Internet y la aldea global. ¿Qué es eso de criticar al PRI, al PAN, al PRD y a la chiquillada que gustosa los acompaña? ¿Preferirían acaso vivir como animalitos del bosque cual tristes guaycuras, sin leyes ni credit card ni orden ni coffe shop ni aguinaldos ni discursos del 20 de Noviembre?”
El hombrete ha soltado la filípica luego de ordenar su tercera forjada al Ultramarinero, patrón de esta ramada infecta en la que el infelizaje porteño se reúne a capotear calores, collas y balazos del narco o de la tira, según sea. La tribu de muertosdehambre se le queda viendo al sujeto éste con fijeza, sin mover un músculo durante 37 segundos, hasta que el fuereño debe ser advertido por el patrón del antro:
–Para intervenir por vez prima en el ágora de los sin tierra ni segunda camisa, debes ordenar (y pagar) libaciones para todos, so pena de no ser pelado por la raza. Tú dirás.
El recién llegado al templo de la canalla se da cuenta que está violando un código esencial en Los 7 pilares, y levanta y mueve la siniestra en círculos repetidos con el índice en alto (así, miren: así). La perrada cambia de semblante, sonríe y se arriman todos al resobado tablón de mezquite que hace las veces de barra en el antro, para que el Ultra vaya forjando, tendiendo y destapando en chinga la gélida empapelada a cada parroquiano.
–Están ustedes, cabra de bolones –insiste, ya engallado, el maitro– en contra del pensamiento de los más brillantes teóricos del Estado moderno. ¿Cómo ignoran las verdades legadas por Duverger o Weber? ¿Acaso consideran que pueden entender la política sin haber leído al Nícolo Maquiavelo? Nooo, pues no. Los partidos políticos han sido la herramienta perfecta para nuestra representación en la democracia, desde el ágora en la Grecia clásica y la primera Asamblea francesa, hasta los Pilalos… Así que no critiquen a lo bruto, compañeritos, y guarden compostura y respeto a nuestras instituciones fundamentales. ¿Estamos?
–No. No estamos con tu decir, fuereño –gruñe el Viejo Chamán yaqui, luego de besar con fruición su cápsula–. Los partidos se han convertido por acá, casi desde su nacimiento, en negocios personales, en meras agencias de colocaciones, sin representatividad alguna, sin respeto por la letra de sus declaraciones de principios y, por ello, sin distingo de ideologías: un panista, un perredista, un priista, un verde, un panalero y un morenazo no tienen diferencias: se piensan miembros de una “clase” y actúan en el Ejecutivo, el Legislativo o el Ayuntamiento con sólo un objetivo en mente: alcanzar el poder o la curul para enriquecerse. Si anda por ahí un exgobernador, exalcalde, exdiputado o político en la banca empobrecido y valiendo madre (cosa que dudo), será porque gastó su fortuna en especulaciones inmobiliarias, casinos, palenques, negocios pendejos o vicios caros… Las elecciones sirven para renovar los grupos, con sus ramificaciones. Los ganadores no meten al bote a los ladrones anteriores; les dan chamba, aunque en posiciones inferiores. Nadie es adversario y menos “enemigo”. Todos son miembros distinguidos de la clase política. En esta partidocracia somos los ciudadanos de a pie los únicos jodidos. Así estamos, forastero.
El foráneo observa de reojo a la palomilla, da besitos a su forjada sin derramar gota, eructa discretamente, va leyendo el sentimiento grupal en cada jáquima, empieza a sospechar que cayó en un agujero anarquista disfrazado de aguaje, mira sin ver al Ultramarinero y vuelve a hacerle la señal aquella del círculo y el dedito; (así, miren: así).
Y todos beben y beben y vuelven a beber. Cómo no. Ha de ser por la calor.