De Indios y pescadores
Esa mañana caliente, los británicos se levantaron diciendo que no y que no a la Comunidad Europea; el Donald Trump, en Escocia, los felicita y alienta su nacionalismo (que es racismo); la selección mexicana de futbol llora por los rincones y nada quiere saber del cabalístico número 7; los priistas siguen sin entender –como los sindicatos y el corporativismo– que es un partido de ancianos antidemocráticos con mañas rancias, pero en Los 7 Pilares el infelizaje se niega a comentar esos temas; prefiere capoter la calor (que sancocha los lomos del puerto y la isla), a golpes de cerveza ¡helaaada! y de chorcha grupal con temas intrascendentes, de esos que, fuera del aguaje, a nadie le importan demasiado. Cuando alguien propone que el Viejo Chamán yaqui le cuente a la tribu una aventura marinera como en las que se vio envuelto cuando estos territorios eran una isla, y así la pintaban en los mapas, entra a la ramada un bato tamañudo, moreno él, cola de caballo, y pide al Ultramarinero que le sirva una Indio. El patrón del antro y la perrada toda se le quedan viendo con cara de ¿y éste gùey?, aquí no se bebe más que/ Yo se la traigo del O por por O de la esquina, –dice solícito y solidario el Bolas, joven comedido de El Calandrio y Orgullo de su Universidá–, y sale disparado del tugurio, no sin antes gritarles a sus compas: «Ai les encargo al Licenciado; platíquenle y sáquenle la sopa; es buena bestia…»
–Mientras llega su Indio, lléguele a una de la casa –dice el Ultra, tendiéndole la forjada que ruidoso, acaba de destapar y viéndolo fijamente, como cucándolo para que le haga el desprecio–.
–Bienvenida, pues, –revira el recién llegado– y se pega al gollete de la empapelada como si el pezón de su amada fuese, bebiendo en górgoros escandalosos, hasta el fondo. Luego, como si conociera los rituales del ágora, emite un largo eructo que a todos deja satisfechos y sonrientes.
Cuando se acercan para sacarle plática, llega el Bolas con un ochito de botes verdes y se los tiende al licenciado, éste que a su vez los entrega al patrón del aguaje para que los meta en la hielera madre, los tire a la basura o lo que haya de ser su voluntad, según afirma, elegante.
–¿Cómo lo siguen tratando los Tresanteros, licenciado?– quiere saber el Bolas, que ha pepenado al vuelo una Indio («pa ver a qué saben», dice) — dándoles una pista a sus contlapaches acerca de la identidad del jovenazo que ha llegado a Los 7 Pilares sin anunciarse.
— Me siguen tratando mal, como acostumbran, pero yo sigo en lo mío, que es defender el derecho de los pescadores a lo suyo: pescar, y sin interferencias de nadie. Ya me inventaron delitos, para desprestigiar a la defensa y «ablandarme».
— ¿Te vas a culipandear, muchacho? –quiere saber, confianzudo desde sus tres siglos, el Chamán–. Los periodistas te atacan: dicen que eres vaquetón, y que lucras con la lucha de los pescadores.
— Dicen muchas barbaridades esos profesionales, pero hacen su lucha por llevar la chuleta a casa, aunque tengan que reproducir el dictado-boletín de las oficinas de Gobierno o de las gerencias de las empresas transnacionales. Me importa que los pescadores me crean y confíen en que vamos, juntos, a defender su derecho a seguir siendo trabajadores del mar, y salir a marea, cada día, desde la playa que es suya y de los todosanteños desde hace siglos. Si ellos confían… Y si ustedes, palomilla, me creen… me basta.
Los miembros más conspicuos de la canalla porteña le ratifican su aprobación palmeándole los lomos con afecto y diciéndole que cómo no; que cuente con cada uno para lo que sea necesario, y que si se les requiere en la mera playa de Los Lobos para una asamblea de apoyo, o una coperacha para preparar una caguamada clandestina, asar una garropa perrona de las que se dan en los pedregales de ai a la vueltecita… o lo que sea, que nomás avise.
No se necesita mucha saliva para convencer al infelizaje. Platicaron y rieron de babosada y media hasta el amanecer. El Bolas echó varios viajes a su O por por O para acarrear más Indios, que también fueron aceptadas «como agua de uso» por la tribu.