De apéndices y legislación
«Seguramente el médico me confundió con un magnate griego en la clandestinidad, o un yuppie neoyorquino viajando de incógnito a sacudir su espíritu con las bellezas naturales de la bahía; no lo sé. El caso es que me dijo que mi dolor era por apendicitis, y que me la iba a sacar de una vez», —confiesa asustado El Parara, al tiempo que bebe con desenfreno del cetáceo que socializa la tribu en Los 7 pilares.
—Como mi filósofo de cabecera, me cansé de decirle que yo sin ella de pena etcétera, y que el tal dolor en el costado inferior izquierdo, por los rumbos del ombligo y sobre la varita mágica, no era sino consecuencia del argumento que un compa poco dado a la concertación me había propinado días antes con el pie izquierdo, para dar fin a una discusión filosófica, de mucha altura, por lo demás.
Pero el galeno insistió:
—¿Quién es el paciente?
—Pues yo, doctorcito.
—¿Quién es el experto, el que sabe, el que se quemó pestañas y demás leyendo mamotretos así de gordos, mira: así, de anatomía, fisiología y anexas, quién? —Nooo, pues usted, jefecito.
—¿Entons? ¿Quién dice qué y cuándo y cómo y dónde hay que rajar tu infeliz cuerpecito? Ni una palabra más. Te me vas a la clínica para que mi equipo de ayudantes te prepare, y mañana, al rayar el alba, vamos a estar interviniéndote.
—Oiga doc, y…¿en cuánto me va a salir el/
—¡Insensato! Qué, ¿acaso tu salud no te preocupa? Tu cuerpo es un templo; ningún sacrificio económico en su beneficio será suficiente. Debes invertir en él. ¿Entendido? En eso quedamos, entons.
—El sapientísimo hombre aquel no estaba para discusiones acerca del ser y la nada o de la náusea existencial. Lo dejé ir a seguir cumpliendo su honrosa tarea de caballero andante en lucha perpetua y cotidiana contra la enfermedad, y aquí me tienen, camaradas, narrándoles ésta mi cuita más reciente. Nunca pude convencerlo de que mi dolor de costado es consecuencia del patadón aquél con el que culminó la discusión ya referida. ¿El tema? Una nota periodística acerca de la necesaria legislación de la práctica médica, para proteger los derechos de los pacientes. Se trata de acabar con el paternalismo médico promoviendo una relación de igualdad, en la que el paciente sea un interlocutor válido. ¿Cómo la ven? Qué coincidencia, ¿no?
Dicho lo anterior, el gurú más prestigiado de la orilla izquierda del arroyo que baja por la 16 de Septiembre vuelve a besar largamente la ballena de todos; pero antes ha susurrado: ¡Salud!