7 Pilares / De civilización y barbarie

¿No están hasta la madre de la política y los políticos? Pues yo también. Así-es-de-que vamos abordando asuntos menos estúpidos. –Esto dijo, de entrada, el Ultramarinero desde el otro lado de la resobada barra de mezquite que divide al infelizaje de la Gerencia, en este antro semiclandestino que se hace llamar Los 7 Pilares.

–Tú raras veces hablas… y eres aquí el patrón. Pon pues el tema y nosotros le entramos –dice Carambuyo Bill, poeta laureado en las tres Californias–. Pero debieras poner también las de la casa, para empezar.

–¡Va!¡Fórjense, destápense y distribúyanse las ampollas, que esta peda va por mi cuenta! –gritonea saleroso el chollero barman, y no falta quién ocupe su lugar tras la barra en este antro de pérfida fama entre la clase política de la isla e islotes adyacentes.

–No hablemos ni de las flores, ni de los castos amores –advierte La Doñita, que parece no andar bien en esos departamentos.

–Tampoco de beisbol. Ese es tema del Peje y del doctor Meza— señala El Bolas, joven universitario de El Calandrio. 

–Como dicen los políticos: “Con todo respeto… vaya usted mucho rumbo a la chingada, señor Ultra —gruñe el Viejo Chamán yaqui—. Yo quiero hablar de lo militares, individuos que forman una casta que pesa sobre los lomos de los Estados. Los vi actuar con Pinochet en La Moneda, masacrando al presidente Allende; sentí su salvajismo con Videla en Argentina y sus gorilatos bárbaros en Brasil, Guatemala, Nicaragua… Hay una maloliente película de horror filmada por los militares en su paso bestial por los gobiernos de este continente. En México, ¿hace falta otorgarles más poder que el que les han dado las armas? ¿Ya olvidamos los asesinatos de Madero y Pino Suárez y Carranza y Zapata y Villa y los muertos de Tlatelolco y San Fernando y el Tec de Monterrey y Ayotzinapa y…?  Por eso creo que estamos obligados a discutir el papel de los soldados haciéndola de policías, y de llamar a cuentas a los diputados y senadores que votaron en días pasados contra la civilidad. ¿De veras creen eso de que un soldado en cada hijo te dio?

La última frase de este anciano blasfemo, apátrida y descreído va cayendo sobre una asamblea disminuida en la que sólo quedan los loquitos de siempre (solidarios como son): Carambuyo, Bolas, Juntabotes, Doñita, Parara, Ultramarinero… y paremos de contar. El resto del infelizaje hace rápido mutis hacia la calle más polvosa del puerto buscando otro sitio menos inseguro que Los 7 Pilares.

¡Salud! –afirma y desea el Ultramarinero. Todos beben. Nadie más interviene.

 Excepto el Viejo Chamán, el resto ha de pensar en conservar esa salud.